viernes, 21 de noviembre de 2008

Payada para Ermindo Onega

Desde aquí me dirijo a vos, querido Ermindo. Pareciera que tu nombre por siglos no fuese dicho, otra prueba más de que siempre el que ha ganado es quien escribe la historia que tenemos en las manos. No se si entre mis manos pero seguro que bajo mi piel tengo yo a tu recuerdo, y que ni el menos cuerdo te tildaría hoy de algo que no fuese "finísimo pelotero". Chiflado sin fin por la San Martín cuando el monumental estaba embrujado, exigido por once al no lograr campeonato. Peso pesado para la espalda de uno solo, que de gallina no tenía una pluma, pero con la ligereza de una, la número 10 portaba. Y cuántos se hundieron en el suelo por el peso de esa casaca, que llevaste pegada en sus dos más hermosas estampas. Hablo de la de todos, con sus verticales celestes franjas, y la que te identificó, con la gloriosa diagonal banda. Gran Ermindo, sinónimo del juego lindo y enlace brillante, de teledirigidos pases hacia tu hermano y Pinino. Qué mejor lenguaje que una pelota de gol, directo a los pies de uno como vos. Algún artillero del semillero, que inflando redes preocupaba con anticipación de una semana a todo rival que al próximo domingo River Plate enfrentara. Peor suerte tuviste que Angelito o el gran Walter Gómez. Inexplicable el motivo del que no sean los tres campeones, pero dejame decirte que no hay duda en los corazones: A veces se da cátedra y se queda bien parado, pero puede que al final siempre mejor otro ha jugado. Jamás te faltó a vos ningún centavo para el mango, de eso estoy seguro y hoy por algo he recordado, que a un señor nacido en casa se le debe un gran aplauso y un lugar en aquel trapo que flamea en la Belgrano, el que saluda a los mejores que por Núñez han pasado.
Querido Ermindo, es mi gran miedo que seas olvidado, una vez que ya no existan los que te vieron jugando. Es por eso que a mis hijos dejaré yo este legado, que recuerden que por amor al juego su padre ha investigado los registros del pasado hasta el día del presente, en el que no se aliena su sentir, sea quien sea el presidente de la Europa en Argentina, la casa del team que con nuestra selección comparte premisa, aquella de las tres G que acostumbra a las pupilas a ganar jugando bien, y a vivir del buen pie como si de aire se tratara. No quiero recordar el final de tu historia, digamos solamente que viajabas a dar clases, a indicarle a unos pequeños el camino hacia la gloria, pero qué ironía que se lo llevara una ruta cualquiera a uno como vos que transitaba tan maravillosa senda. Daniel y tu mujer estuvieron con vos, un prematuro adiós a tu ronca voz, y se iba para siempre una forma de tratar al balón. Yo nunca la ví, me lo perdí por una década o dos, pero bien que si me cruzo un vitalicio en los pasillos, tendrá parva de historias para contar sobre Ermindo. Las cámaras no estaban tan encima en esos días, viste que ese lente mágico todo glorifica. Pero vos, creo yo, descansás tranquilo. A veces imagino que a cada gol de campeonato vos desde allá le das un empujoncito, y mirá si habrás ganado, que lo que en campeonatos River ha logrado, difícil sería que fuese igualado. De todas formas el número podría ser tranquilamente cero, como en esos dieciocho años que transitaste de lleno, y si de resultados se tratase hubiese estado vacío ese templo donde siempre algún iluminado nace. Hoy se trata de vos, Ermindo Onega, de la mano de uno que no te niega y sus ojos resfriega si un día próximo ve a alguno que a los talones te llega. Quien te canta no gambetea ni a un cono, pero las glorias las percibe y las sabe parar de pecho, es por eso que te estrecho la mano en una imagen soñada, un saludo a un crack de parte de un tronco. Te regalo esta payada, adiós querido Ronco.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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