domingo, 10 de mayo de 2009

Mejor no deposito sobre tus hombros de alambrecito

Si tomamos a mucha gente con un saber acotado o con ideas poco expeditivas, y le decimos que haga LO QUE QUIERA, LO QUE SE LE OCURRA el resultado puede ser bastante decepcionante, o bien podemos tener a mucha gente haciendo maldades al mismo tiempo. Es que casi no hay que pensar o ser tocado por una varita de nada para saber hacer maldades. Las saben hacer los abuelos, los mecánicos, los astronautas, los veterinarios, lo yos y los vos. Ofrecerle absoluta libertad de acción a un grupo de mentes poco creativas puede desembocar en, gente que no te sorprende demasiado porque utiliza la libertad solamente por 10 segundos hasta encontrar algo que se sienta seguro y decide más o menos seguir correteando por ahí, por esos terrenos, solo que claro, con la premisa de la libertad. Casi como alguien que duerme encadenado a un árbol, que mientras dormía, vos viniste y lo desencadenaste. A la mañana notan que están sueltos, se paran, miran alrededor al campo abierto y dicen "ja" antes de volver a sentarse junto al árbol
Vengo de hablar con alguien acerca de un asado. Un asado al que asistiría gente especial, gente especial que supe recopilar, que cualquiera haya sabido recopilar porque sería este asado un concepto universal. Gente que te invita a su casa a dormir, gente demente que no es igual a la jiponada de acá, gente que vive en la pobreza y nadie hace nada porque a nadie le interesa, etc. GENTE. Personas mejor dicho. Si tu vida se termina hoy no sabés qué gente iría, no sabés porque anteayer hubieses ido gustosamente a Vietnam junto a Pochi, Ropi, Juani o Porongui, pero hoy ellos (sobre todo Ropi) han demostrado no haber escuchado esa canción de los cebollitas que decía que un amigo es el que te hace pata, el que pone el pecho y para las balas. Mejor no deposito sobre tus hombros de alambrecito, porque se doblan. Mejor prevengo y no creo, que los Pochis o Ropis o Juanis o Poronguis del futuro vayan a vivir a la altura de lo que uno espera partiendo desde sus propios parámetros de integridad y valores. Mejor no deposito sobre tus hombros de alambrecito, Anacleta amada (creo que si, creo que te amo Anacleta), porque se doblan, el momento que tú esbozas algunas palabras que refutan lo que en torno a tí yo creé. Que quede establecido que es mi culpa, que yo hice este mundo que te gustaba, en el que intercambiábamos sinónimos de "persona que no me puede faltar" hasta que me intentaste convencer de que me debes faltar porque se había terminado la semana de dar. Se vienen terminando mucho las semanas de dar. Se terminó mi semana de dar dos mangos por lo que pueda decidir en su insano juicio mucha gente, gente que se queda sin asado, gente que prefiere verdura pero bien que la carne en barra la ve con buenos ojos. No terminan aún del todo las semanas de Anacleta en mi mente, de recopilar coincidencias entre mi vida y la de ella (las quiero hacer motivos para que retomemos alguna cercanía?) "Oh Anacleta, crecimos a dos cuadras el uno del otro y nunca nos cruzamos" "Oh Anacleta, nuestros abuelos murieron con un dia de diferencia" soy una máquina de archivar estas coincidencias, estadísticas, soy el Juan Pablo Varsky del amor hacia Anacleta, pero Anacleta no tiene por qué vivir a la altura de estas ideas, no tiene por qué calzarse la casaca de "persona que no me puede faltar" aunque hayamos acordado juntos que las mandábamos a hacer, Anacleta no tiene por qué querer asistir a mi asado del fin de los tiempos, Anacleta puede que tenga otra cosa que hacer y que incluyan a las achuras y chorizos y morcillas de otros, cuyos asados del fin de los tiempos tampoco acabará por visitar. Mejor no deposito sobre tus hombros de alambrecito, solo estás leyendo esto. No tenés la culpa realmente, que quede establecido que la tengo yo. Yo creé este mundo.

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